viernes, 28 de marzo de 2014

Aprender con arte: reflexionando en torno a la difusión cultural digital. Las visitas virtuales

En la entrada de hoy de Los Laberintos del Arte os queremos proponer un debate sobre la tecnología aplicada a la divulgación artística en la actualidad. ¿Desde los museos y las instituciones culturales se difunde o se discrimina tecnológicamente de manera inintencionada? Esa es la cuestión y ahora nos explicamos.

Este es un debate que se repite con cierta frecuencia, concretamente cuando se produce un salto tecnológico, saltos que cada vez se producen con más rapidez, acortándose los tiempos hasta que llega la próxima revolución tecnológica.

Second Canvas Application del Museo Nacional del Prado

Esta cuestión que os planteamos viene al hilo de la última tendencia que se está dando en los museos en relación con la tecnología, que es la inmersión por parte de varias de las grandes instituciones museísticas de este país en el mundo de las aplicaciones para móviles y tablets. Seré breve en mi juicio porque me interesa más hablar del recurso de las Visitas virtuales.

Creo sinceramente que los museos tienen el derecho de vender libremente los productos que crean convenientes para poder financiar los enormes gastos estructurales que tienen, siempre y cuando no se caiga en algo burdo y que desvirtúe la idea de la institución. Sobre todo lo que no debe perderse es la idea de que además de ser el lugar destinado a la conservación de la obra de arte, el museo constituye el lugar desde donde mejor se ha de difundir la cultura que alberga.

Dicho esto, considero que con las aplicaciones tan en boga ahora están equivocando el público objetivo al que se dirigen (o al menos seleccionando demasiado), porque evidentemente no todo el público que tiene interés por la cultura tiene acceso a esta tecnología, que no está al alcance de todos los bolsillos y más aún en la actual situación económica que atraviesa España (no olvidemos que no sólo hay que disponer de una tablet o un móvil de cierta calidad o marca, sino que a ello hay que sumar el coste de la propia aplicación).

Apps Museo Thyssen

En resumidas cuentas, si el usuario no pasa por el aro de las nuevas tecnologías (o determinados productos y marcas), queda apartado de estas nuevas herramientas para apreciar el arte, lo que no deja de ser en cierto modo discriminatorio.

No olvidemos que en una ciudad como Madrid quedan aún muchos colectivos que no pueden o no saben acceder a un museo debido a circunstancias educativas, económicas y sociales. ¿De qué sirve apostar por la difusión a través de tablets y móviles si hay ciudadanos que aún no han tenido oportunidad de visitar un museo en persona u otros están perdiendo la posibilidad de hacerlo debido a los precios desorbitados de las entradas?

Corremos el riesgo de hacer aún más grande la brecha existente entre la población con acceso a la cultura y la población que no puede. Accesibilidad no es sólo una pantalla táctil; es también llevar el museo a lugares desfavorecidos o incluso asegurar una buena atención personal dentro de la institución, cosas que no siempre existen o se consiguen.

Esta conclusión personal, que en ningún momento pretende ser tomada como dogma, fue la que me llevó a pensar en aquellos recursos que sí ayudan a difundir la cultura, que dan herramientas al usuario medio para poder disfrutar del arte sin tener que poseer ningún producto Apple o una tablet. Por ello pensé en las Visitas Virtuales, que sí están abiertas a todo el mundo y que son un recurso fantástico para estar en contacto con el arte cuando es muy difícil visitar personalmente el museo o fundación.

Portada del minisite de la exposición Impresionismo: un nuevo Renacimiento

Con la exposición Impresionismo: un nuevo Renacimiento (15 enero-22 abril 2010) la Fundación Mapfre Cultura inauguró un recurso entonces novedoso que han ido tomando otras instituciones como el Museo Thyssen-Bornemisza, la Biblioteca Nacional o Patrimonio Nacional para ayudar así a difundir y documentar las exposiciones que realizan. Este recurso es conocido generalmente como visitas virtuales. 

Y os preguntaréis, siendo ambos recursos pensados para ser utilizados a través del ordenador, ¿por qué van a ser mejores las visitas virtuales que las aplicaciones? 

La primera razón es que ante la imposibilidad de ver el arte en directo, que es la mejor manera de verlo sin ninguna duda, la visita virtual es un recurso gratuito al que accede todo el mundo que tenga una conexión a internet (la no universalidad del uso de internet también daría pie a discusión).

Inicio de la visita virtual de Impresionismo: un nuevo Renacimiento

En segundo lugar, para la institución organizadora sirve de estímulo al público para que se acuda a ver la exposición en directo cuando todavía está en vigor, porque está demostrado que acrecienta el interés del público por la muestra.

Asimismo, cuando la exposición termina la visita virtual no desaparece, sino que queda como recuerdo de cómo fue aquella exposición, algo que no suele ser lo habitual pero que permite volver a "pasear" por sus salas.

Además, para el que desee estudiar la exposición es un recurso estupendo, porque además del catálogo, puede comprobar cómo se dispusieron las obras a lo largo de la misma, qué diálogos artísticos buscó crear el comisario de la exposición, etc.

Tampoco creemos que sea especialmente barato crear este recurso, más bien al contrario. Por suerte se entiende que ese gasto que ocasiona el soporte de la visita virtual es una inversión y no dinero perdido.

Parte del recorrido de la exposición Impresionismo: un nuevo Renacimiento

Los controles de esta herramienta son de lo más intuitivos, teniendo en la parte baja una serie de comandos que nos permiten movernos por ese espacio virtual, acercarnos a los cuadros o tener un punto de información en caso de tener dificultades para manejarlo. Incluso se puede ver a pantalla completa si se desea.

Por su parte, en el lado derecho de la pantalla encontramos una columna donde se hace una relación del despiece de la exposición por si queremos ver algo en concreto y su situación dentro de las instalaciones de la Fundación Mapfre Cultura.

En último lugar, a lo largo de la visita virtual encontramos flechas que nos van guiando por el itinerario planteado en la exposición.

Para el que quiera revivir aquella primera exposición con visita virtual, le dejamos el enlace para que pueda hacerlo: http://www.exposicionesmapfrearte.com/impresionismo/
Esperamos que os haya interesado el debate y que si no tenéis oportunidad de ir a las exposiciones en directo, al menos esta herramienta sirva acercarse virtualmente al museo o fundación. 

martes, 18 de marzo de 2014

El viajero del mes: Amado Nervo y el río Manzanares

No es un secreto que el río Manzanares, nacido en la Sierra de Guadarrama y afluente del Jarama, ha sido denostado por propios y extraños durante siglos. La razón principal de la burla siempre ha sido su escaso caudal. Así, por ejemplo, Quevedo acuñó la frase que probablemente más famosa se ha hecho en relación al río: "Manzanares, Manzanares, arroyo aprendiz de río" (1).

Otros muchos literatos del Siglo de Oro (2) agudizaron también su ingenio para no quedarse a la zaga en la tarea de hacer burla y escarnio de un río que, si bien no es comparable a un Guadalquivir o un Tajo (tan cantados y adulados por sus correspondientes poetas), ha dado su servicio a los madrileños hasta hace apenas cien años. Nos referimos, entre otros oficios, a las lavanderas, mujeres jóvenes y no tan jóvenes que encontraban en esta ingrata tarea la única manera de ganarse la vida en una época (insistimos que vergonzosamente reciente) en que el papel asignado a la mujer dentro de la sociedad era muy reducido.
 
Martín Rico, Lavanderas de La Varenne (Francia), 1864-1865. Museo Nacional del Prado. Imagen prototípica de lavanderas. Sin embargo, no se trata de las orillas del Manzanares, sino del río Sena, aunque la imagen es extrapolable a las afueras de cualquier ciudad Europea.

Así, no faltan los testimonios gráficos y literarios de esta omnipresencia de las lavanderas en las lindes del río. Por ejemplo, Lope comenta:
 
"Mísero Manzanares, ¿no te basta
 todo el año sufrir tanta fregona,
tanto lacayo y paje de valona,
 tanto ropa servil tanta canasta?"

Y en cuanto a la pintura, el paisajista Aureliano de Beruete (1845-1912), que tantas veces retratara al humilde río, incluyó en una de sus vistas a las lavanderas. 

Aureliano de Beruete, Lavaderos del Manzanares, 1904. Museo Sorolla, Madrid.

Pero dejemos un instante al Manzanares y su humilde curso para centrarnos en Amado Nervo, pseudónimo de Juan Crisóstomo Ruiz de Nervo y Ordaz, poeta mexicano nacido en 1870 y fallecido en Uruguay en 1919.
 
Retrato de Amado Nervo

Amado Nervo ingresó en 1905 como secretario de la embajada de México en Madrid, volviendo a su país de origen en 1918. De su estancia aquí nos interesan algunos de sus textos en los que plasma sus impresiones acerca de Madrid y, más concretamente, las breves alusiones a nuestro coprotagonista del día de hoy, el río Manzanares. Aquellos que sintáis curiosidad por conocer de primera mano los años madrileños del poeta podéis leer su obra Los balcones o el librito de José Simón Díaz que fue publicado en Tepic (México), el lugar de origen del literato (3).
 
Edición de 1920 de Los balcones. Cuenta con pequeñas ilustraciones de algunos lugares de Madrid.

Precisamente en Los balcones, una novela publicada en 1920 cuyo protagonista, Luis, es claro alter ego del escritor, encontramos diferentes descripciones e impresiones del Madrid que Nervo conoció durante sus años de estancia aquí. Luis vive en un piso con tres balcones: uno está lleno de macetas, pero otro permanece vacío: es el "balcón por excelencia" porque allí se encuentra colocado un "anteojo astrónomico" y a través de él observa los cielos... pero también "mira hacia abajo, hacia la amplia y risueña calle, bordada de acacias y de álamos en la parte que ve al poniente".

Este segundo balcón dará pie a numerosas descripciones de las vistas que desde él se ofrecen a Luis, vistas que comprenden el Palacio Real, el Campo del Moro o, incluso, muy a lo lejos, El Escorial.

La Plaza de Oriente en 1906. Hauser y Menet.

"Luis ve desde su balcón lo que se ve desde el Palacio Real. Tiene este visual privilegio (...) Frente por frente del balcón, entre el Palacio Real y la montaña del Príncipe Pío, donde Murat fusiló ha más de un siglo a tantos infelices, trágicamente eternizados en el célebre cuadro de Goya, se extiende hasta las primeras derivaciones del Guadarrama el campo ondulante, amarillento, bien arbolado, con depresiones mullidas y risueñas, que al pie del alcázar es un parque delicioso, llamado el Campo del Moro que un poco más allá forma la vasta y apacible "Casa de Campo" (...) En realidad, Luis vive en un palacio y mira uno de los paisajes más bellos del reino. Casi diríamos que posee lo mejor de un reinado" (4).

Y es que Amado Nervo residió en el número 15 de la calle Bailén, de manera que el Palacio Real era, en cierto modo, "una prolongación de su morada", como él mismo dice. Curiosa casualidad, pues en nuestra anterior entrada precisamente os hablábamos de un edificio existente junto enfrente de la vivienda de Nervo que ya no se conserva pero que el escritor mexicano sí conoció.

El número 15 de la calle Bailén en la actualidad (fuente: Google Maps)

 Muchas de sus pequeñas reseñas de la vida y costumbres de Madrid aparecerán en publicaciones periódicas del momento y en su correspondencia privada. Así, por ejemplo, en relación con el Teatro Real (que cerraría sus puertas en 1925 debido a problemas estructurales que amenazaban la estabilidad del edificio) indica:

"El teatro Real es de suyo hermoso y elegante (...) El palco real es muy bello, pero acaso demasiado grande. El Real es uno de los más elegantes teatros de Europa (...) En él todo es histórico. Las óperas, los palcos y algunas veces las mamás que los ocupan" (5).


Alois Beer, El Teatro Real, 1906.

Y sobre el veraneo de los madrileños (pudientes, por supuesto) indica:

"Hay gente que veranea en El Pardo y en El Escorial, pero eso no viste. El grado ínfimo del veraneo decoroso es Cercedilla, adonde va mucha gente modesta. Después de Cercedilla está en categoría... Pozuelo, donde "se caen las pajarillas", o en otros términos se asa uno a fuego lento, como en Madrid" (6)

Placa dedicada a Amado Nervo en el número 15 de la calle Bailén en Madrid

En cuanto a la sociedad madrileña, dos aspectos llamaron poderosamente la atención de Nervo: la gran cantidad de "desocupados" y de "ciegos":

"Hay un importante grupo social: el de los que no hacen nada, tan abundante en Madrid como en México, y un poco más en Madrid, que está de plácemes (...) se va al café a darse el barato de una taza (...) a hablar de las probabilidades de duración que tiene el actual Ministerio".

"La proporción de los ciegos es enorme. No he visto país donde haya tantos ciegos. Unos tocan la guitarra, otros el violín, éstos el triángulo, aquellos la mandolina, los de más allá cantan" (7).

Pero retomemos el Manzanares, punto de partida de esta entrada. Sobre él hace un pequeño apunte Amado Nervo en uno de esos escritos procedentes de reseñas para la prensa y de su correspondencia privada. En concreto, se trata de un texto de 1906 titulado Desde mis balcones. El calumniado Manzanares.

Lacoste, Palacio Real visto desde el Puente de Segovia con las lavanderas en primer plano. 1906.

Tomando una vez más como atalaya  sus balcones, Nervo nos indica que observa un "hilo turbio, un rizo de agua del Manzanares, que culebrea apacible, bordeando médanos rojizos" para a continuación confesarnos una rutina suya:

"Muchas veces, cuando la mañana es fresca por la misericordia de alguna nube o de algún soplo de viento, gusto de recorrer las márgenes del río, llevando, mejor que el asendereado libro debajo del brazo, mi pensamiento y mi divagación conmigo, que es más cómodo". (8)

Nervo se hace eco de muchas de esas calumnias que durante siglos se han ido acumulando y sedimentando en las orillas del río. Así, cita a Quevedo o Lope como los más destacados exponentes de esa moda ridiculizadora del humilde río. Pero, como indica, "no faltan espíritus justos que vuelven por la honra de la deprimida corriente", entre ellos Emilia  Pardo Bazán, a quien Nervo admiraba.


Francisco de Goya, Baile a orillas del Manzanares, 1776-77. Museo del Prado, Madrid.

La mención de Pardo Bazán le servirá para enlazar con Francisco de Goya, a quien cita con frecuencia en sus escritos. En esta ocasión, dice de él:

"Un señor llamado don Francisco de Goya y Lucientes, que tantas veces vagó por esas riberas, que las pintó tantas veces, que sorprendió en ellas tantas de esas escenas populares que él amaba"

De inmediato nos vienen a la memoria escenas procedentes de sus cartones para tapiz que tienen al río como coprotagonista. Y no olvidemos que su Quinta del Sordo, en cuyas paredes se encontraban las llamadas Pinturas Negras, se encontraba precisamente en las inmediaciones del Manzanares.

Nervo enlaza ágilmente Goya con Velázquez, otro habitual de sus escritos y alabanzas ("pintor máximo del mundo" le llama), indicando que el genio sevillano pintó un lienzo con una Fuente de Aranjuez que se conserva en el Museo del Prado. Sin embargo, prosigue Nervo, la fuente real se encuentra actualmente en "una rotonda del Campo del Moro".

Velázquez y taller, Fuente de los Tritones en el Jardín de la Isla en Aranjuez. 1657. Museo Nacional del Prado.
Nervo, haciendo gala una vez más de un considerable conocimiento de la pintura española, se debe de estar refiriendo a un lienzo de grandes dimensiones atribuido al taller de Velázquez y fechado en 1657 que representa la Fuente de los Tritones en el Jardín de la Isla en Aranjuez.

En cuanto a la fuente, efectivamente se encuentra en el Campo del Moro, lamentablemente en una zona, frente al palacio, de acceso restringido (9). Realizada en Italia en la primera mitad del siglo XVII, de Aranjuez fue trasladada al Campo del Moro en 1845 y allí permanece desde entonces.

La Fuente de los Tritones en la actualidad

El poeta, tras crear así su particular Parnaso del Manzanares con Lope, Quevedo, Velázquez y Goya, concluye su breve reseña diciendo: "las márgenes del Manzanares humilde y calumniado, que arrulla su recuerdo y que sigue mansa y armoniosamente rizando sus cristales donde pone filetes de oro este divino sol".

 
Bibliografía y webgrafía:

ESTEBAN, J: Viajeros hispanoamericanos en Madrid. Madrid: Sílex, 2004
LÓPEZ SERRANO, A: "El río Manzanares en los escritores del Siglo de Oro". Ponencia en el curso Patrimonio Arqueológico y Artístico en la Comunidad de Madrid. Madrid, 20 de mayo de 2001.
NERVO, A.: Los balcones. Madrid: Biblioteca Nueva, 1920
SIMÓN DÍAZ, J.: Amado Nervo y Madrid. Tepic: Ayuntamiento de Tepic, 1995
TASIS, J. de: Antología poética. Madrid: Editora Nacional. 1944

http://pasionpormadrid.blogspot.com.es/2010/04/la-fuente-de-los-tritones.html
http://pasionpormadrid.blogspot.com.es/2011/07/el-rio-manzanares-segun-aureliano-de.HTML
http://pasionpormadrid.blogspot.com.es/2013/04/los-oficios-del-manzanares.html

NOTAS
(1) En verdad el poema completo no tiene desperdicio. Os recomendamos encarecidamente su lectura y aprovechamos para citar aquí otros de sus ácidos (pero en el fondo acertados) versos: "Muy ético de corriente,/ muy angosto y muy roído,/ con dos charcos por muletas,/ en pie se levantó y dijo:/ "Tiéneme del Sol la llama/ tan chupado y tan sorbido,/ que se me mueren de sed/ las ranas y los mosquitos". Podéis leer el poema completo aquí.

(2) La lista de autores (especialmente poetas) que han aludido al Manzanares en sus obras es larga. Nosotros sólo citaremos aquí dos ejemplos más. El conde de Villamediana, Juan de Tasis (1582-1622) en A la vista de Madrid: "Este corriente cristal/ no tendrá nombre de río,/ hasta que del llanto mío/ enriquezca su caudal" (TASIS, Juan de: Antología poética. Madrid: Editora Nacional. 1944, p.223); Tirso de Molina (1579-1648) en A las niñas de Alcorcón: "Título de venerable/ merecéis, aunque pequeño,/ pues no es bien, viéndoos tan calvo,/ que os perdamos el respeto./ Como Alcalá y Salamanca/tenéis, y no sois colegio,/ vacaciones en verano/ y curso sólo en invierno" (texto completo aquí). Por último, Luis Vélez de Guevara (1579-1644) en El diablo cojuelo: "el río de Manzanares, que se llama río porque se ríe de los que van a bañarse en él, no teniendo agua; que solamente tiene regada la arena, y pasa el verano de noche, como río navarrisco, siendo el más merendado y cenado de cuantos ríos hay en el mundo".

(3) Por desgracia es escasa la difusión (más allá de la poesía) que la obra de Nervo ha tenido dentro de nuestras fronteras, a pesar de que el literato permaneciera varios años residiendo en España. Para el público español constituye un buen primer acercamiento a su obra la siguiente web: http://www.amadonervo.net/

(4) NERVO, A.: Los balcones. Madrid: Biblioteca Nueva, 1920. p. 28 y ss.

(5) SIMÓN DÍAZ, J.: Amado Nervo y Madrid. Tepic: Ayuntamiento de Tepic, 1995, p. 40.

(6) Ibídem, p. 41.

(7) Ibídem, pp. 42-43.

(8) Esta cita y las siguientes han sido tomadas de la antología de textos ESTEBAN, J: Viajeros hispanoamericanos en Madrid. Madrid: Sílex, 2004, pp.100-103.

(9) Recomendamos la reseña realizada por Guerra Esetena sobre esta fuente, en la que el autor aporta interesante material gráfico sobre la misma: http://pasionpormadrid.blogspot.com.es/2010/04/la-fuente-de-los-tritones.html

viernes, 7 de marzo de 2014

Imagen del mes: La Real Caballeriza Regalada


Desde siempre en Los Laberintos del Arte nos ha encantado ver y utilizar las fuentes gráficas porque contienen tal cantidad de información sobre algún aspecto de nuestro pasado que nos atrapa al primer golpe de vista. Hoy queremos hablaros de un grabado de Léon-Auguste Aisselineau, que utilizamos como reverso de nuestras tarjetas de presentación.

Vista del Palacio Real, Léon-Auguste Asselineau (1833), 39,7 x 54,7cm. Museo de Historia de Madrid

A pesar de su nombre, de clara raigambre francesa, Asselineau (1808-1889) nació en Hamburgo, convirtiéndose con el paso del tiempo en un estupendo litógrafo conocido internacionalmente por sus vistas urbanas. Sin embargo, en honor a la verdad, muchas veces sus vistas eran reproducciones de pinturas de paisaje de otros autores, como este caso, ya que ha tomado una obra del gran vedutista o paisajista lombardo Ferdinando Brambilla, pintor de cámara de Carlos IV y posteriormente de Fernando VII (1).

Vista del Palacio Real desde el lado de la calle nueva, Ferdinando Brambilla (1833). Patrimonio Nacional

Precisamente por encargo de Fernando VII, José de Madrazo ordenó que Ferdinando Brambilla realizase una serie de 88 vistas de la ciudad de Madrid y de varios de los Sitios Reales (2) que posteriormente Asselineau realizaría en litografía para facilitar su difusión.

Nosotros decidimos introducir esta imagen en el reverso de nuestra tarjeta de presentación porque era al mismo tiempo una imagen reconocible y tenía muchos elementos que han cambiado, que nos hacen transportarnos en el tiempo, como la disposición de la calle, la moda de los viandantes o un muro que nos tapa un poco la visión del Palacio Real y que hoy ya no está allí.

Calle de Bailén y las Caballerizas Reales, Anónimo (1932), 13 x 18cm. Hemeroteca Municipal de Madrid

Isabel de Farnesio, reina de España, Louis Michel van Loo (c.1739), 150 x 110cm. Museo Nacional del Prado

Pues bien, ese muro que vemos en la imagen anterior, formaba parte de la Real Caballeriza Regalada, que probablemente recibió este nombre porque fue construida por Francesco Sabatini entre 1782-89 por orden de Carlos III, quien pretendía resarcir a su madre, Isabel de Farnesio, por haber derribado las Caballerizas de la Reina.

En este punto encontramos una importante controversia, porque mientras Guerra de la Vega asegura que las Reales Caballerizas de la Reina se encontraban en el solar donde hoy está situada la Real Casa de la Aduana (3), en la calle de Alcalá, Mª Isabel Gea (4) asegura que estaban en el mismo espacio donde después se construyó la Real Caballeriza Regalada, argumento que tiene mucha más lógica por la situación de las mismas (5).

Real Casa de la Aduana. Actual Ministerio de Hacienda. Calle de Alcalá

Apariencia de la Real Caballeriza Regalada en el primer tercio del siglo XX

No hay que olvidar que en el solar donde hoy encontramos la Catedral de la Almudena, es donde estuvieron las Caballerizas Reales del Alcázar, construidas en tiempos de Felipe II y destruidas en el incendio que asoló todo el Alcázar en 1734.

No obstante, y como podemos observar en esta imagen del primer tercio del siglo XX, las Reales Caballerizas no eran solamente un lugar para que se cuidasen a los caballos de la reina, sino que se trataba de un complejo arquitectónico que contaba con varios edificios con sus respectivos patios, fuentes de agua potable, farmacia, enfermería y hasta una capilla comunitaria dedicada a san Antonio Abad. Se estima que allí se alojaban hasta quinientos sirvientes, lo que no parece muy descabellado viendo el tamaño del conjunto.

En el primer tercio del siglo XIX se construyó la gran cochera que vemos junto al Palacio Real, separada por una explanada, llamada "el Cocherón", donde cabían hasta 100 coches.

Demolición de la Real Caballeriza Regalada en 1932

Este gran complejo formó parte de nuestra ciudad hasta 1932, momento en que se decidió demoler todo el conjunto y hacer en su lugar los actuales Jardines de Sabatini, que paradójicamente fue la única obra que no realizó en Madrid el arquitecto siciliano, pese a llevar su nombre.

Construcción de los Jardínes de Sabatini, Anónimo (1935)

** El 27 de octubre de 2014 publicamos una nueva entrada con más información sobre la Real Caballeriza Regalada y las otras Caballerizas que hubo en Madrid desde época de Felipe II hasta su desaparición.


Notas y Bibliografía:

(1) Este autor también lo podemos encontrar transcrito como Fernando Brambila. No era un pintor menor en la época. Especialista en escoger el mejor punto de vista para las representaciones de ciudades, fue uno de los dos pintores que acompañaron a Malaspina en su vuelta al Mundo en 1788, así como estuvo directamente implicado en los Sitios de Zaragoza durante la Guerra de Independencia en 1808 y 1809 respectivamente.

(2) Entre ellos encontramos 30 estampas de San Ildefonso, 27 del Real Sitio de Aranjuez, 18 de San Lorenzo de El Escorial y 13 de Madrid capital. En el siguiente enlace viene un listado de las obras que conforman esta colección de estampas: http://bit.ly/1kILeqz

(3) GUERRA DE LA VEGA, R.: El Madrid de los Borbones. Guía de Arte y Arquitectura (Siglo XVIII, tomo II), Autoedición, Madrid, 2002, p. 60.

(4) GEA ORTIGAS, Mª I.: El Madrid desaparecido, Ediciones La Librería, Madrid, pp. 53-54.

(5) Sobre las Caballerizas de la Reina, nunca había sabido explicarme por qué Mesonero Romanos decía que se encontraban en la calle Alcalá, cuando lo normal es que estuviesen integradas en un Real Sitio.