A lo largo de la Historia es posible encontrar personajes vinculados a un único acontecimiento u obra, como si el resto de su existencia nunca hubiese transcurrido más allá de su pequeño momento de gloria. Es el caso, por ejemplo, del compositor Pachelbel, conocido por el gran público únicamente por su Canon, o del escritor J.D. Salinger, hoy recordado y leído casi en exclusiva por El guardián entre el centeno.
Nuestro viajero de este mes también es víctima de un mono-éxito, en este caso una frase sobre Madrid cuya presencia en libros sobre urbanismo e historia de la ciudad es obligada (incluso nosotros la citamos en nuestro itinerario dedicado al Madrid de Carlos III). Sin embargo, además de la frase en cuestión, nos gustaría trazar una breve biografía y aludir a sus escritos. No sólo de una frase vive el hombre.
De Lamberto Wyts poco sabemos y sólo a través de un texto suyo conservado. Según García Mercadal (1), uno de los grandes especialistas en literatura de viajes, Wyts habría nacido en Malinas (ciudad situada entre Bruselas y Amberes) hijo de un noble. Visitó numerosos países europeos incluyendo España, adonde vino en 1570 como parte del séquito que acompañaba a la futura reina Ana de Austria desde Amberes para que contrayera matrimonio con Felipe II. Fue entonces cuando tomó una serie de notas acerca de nuestro país de gran interés para los historiadores.
Sofonisba Anguissola, Ana de Austria, 1573. Museo Nacional del Prado. |
Esta relación de su viaje desde Flandes se conserva de forma manuscrita en la Biblioteca Imperial de Viena. En las guardas del libro el propio Wyts escribió: "Este libro pertenece a mí, Lamberto Wyts, el cual está escrito de mi mano propia, el año mil quinientos setenta y tres del XV de agosto, 1574. Feliz en la desgracia y boga la galeria. L. Wyts". Esta alusión a la galera se correspondería con algún viaje realizado por mar durante el cual habría redactado su texto.
En su texto pretendía, como él mismo dice, narrar su viaje "desde la renombrada ciudad de Amberes hasta la villa de Madrid, en España, donde tiene su corte el rey, comprendido de día en día todo el orden y magnificencia y hechos recogidos de su dicha majestad y sus dos hermanos archiduques (2) en todos los lugares y pasajes a lo largo de su viaje".
El séquito, antes de llegar a Madrid, recorrió ciudades como Santander, Burgos, Valladolid o Segovia, siempre acompañados de ministriles con sus instrumentos musicales, bufones y castrati.
Una vez llegado en barco hasta las costas españolas, Wyts narra aquellas cosas que más llaman su atención, como el traje de las mujeres de Vizcaya:
"Las mujeres van adornadas de una extraña manera, pues llevan en la cabeza una pirámide que a nada mejor se puede comparar que a un niño fajado; es lo que ellas llaman tocada. Las solteras llevan el pelo cortado como los muchachos, salvo que les dejan algunos cabellos largos sobre las orejas. Son gentes muy bárbaras y místicas, mal ataviadas y muy semejantes a las muchachas en Turquía de Bulgaria, siempre descalzas, sin zapatos".
Wyts introduce en varias ocasiones opiniones no muy halagüeñas sobre los españoles. Por ejemplo, recoge una anécdota que para él denotaba una "barbarie tan grande" que fue contando el hecho a toda la corte. Esta barbarie puede resumirse de esta manera: Wyts se encontraba en Burgos y quería copiar una inscripción latina que decoraba la puerta de un palacio. Mientras copiaba el texto, se acercaron dos sacerdotes, que no sabían en qué idioma estaba escrita la inscripción y pensaron que se trataba de una frase en alemán puesto que Wyts, extranjero, la estaba copiando y por tanto la entendía. Se acercaron a él y le preguntaron por qué copiaba la inscripción, a lo que respondió Wyts, que había oído su conversación sobre el idioma: "Porque está escrito en nuestra lengua, en alemán". Los sacerdotes dieron por buena la respuesta y se marcharon pensando que la inscripción latina estaba escrita en alemán...
Este incidente dio pie a nuestro viajero a decir sobre el clero español: "He ahí los señores españoles que hacen servir a la Iglesia, tan doctos como un papagayo que canta lo que otros le dicen, ignorando lo que se dice, y que por costumbre habla lo que le han enseñado".
Madrid en 1562 según Anton van den Wyngaerde. Esta vista fue analizada por nosotros aquí |
Finalmente, llegó a Madrid y a la frase que le ha hecho conocido entre todos los aficionados y especialistas de la Villa y Corte:
"Tengo esta villa de Madrid por la más sucia y puerca de todas las de España, visto que no se ven por las calles otros que grandes servidores (como ellos los llaman), que son grandes orinales de mierda, vaciados por las calles, lo cual engendra una fetidez inestimable y villana, pues si se os ocurre andar por dentro del fango, que sin eso no podéis ir a pie, vuestros zapatos se ponen negros, rojos y quemados. No lo digo por haberlo oído decir, sin por haberlo experimentado varias veces. Después de las diez de la noche no es divertido el pasearse por la ciudad, tanto que, después de esa hora, oís volar orinales y vaciar la porquería por todas partes".
El "¡Agua va!" inmortalizado por el pintor Ángel Lizcano y Monedero (1846-1929) |
Sin duda esos orinales volaban al son del famoso "¡Agua va!". A pesar de todo esto, Wyts permaneció en la Corte siete meses, hasta mayo de 1571, momento en que partió hacia Barcelona, donde embarcó en las galeras de don Juan de Austria con destino a Génova. No será, sin embargo, el único que deje constancia del escaso nivel de limpieza de la ciudad de Madrid. Pero esa es otra historia contada por otros viajeros...
(1) GARCÍA MERCADAL, J: Viajes de extranjeros por España y Portugal. Junta de Castilla y León, 1999, pp. 331-337.
(2) Se refiere a don Alberto y don Wenceslao, que después de llegar a Madrid partieron hacia Viena. La partida también es descrita por Wyts, pues marchó con ellos. Permanecieron en Madrid unos diez y once meses.
- GARCÍA MERCADAL, J: Viajes de extranjeros por España y Portugal. Junta de Castilla y León, 1999
- GÓMEZ TABANERA, J.M.: "Del tocado corniforme de las mujeres asturianas en el siglo XVI", El Basilisco, 5 (1978). Puede consultarse online aquí.
Una ciudad sucia pero acogedora. Parece que desde siempre llamó la atención de los extranjeros visitantes el nivel de suciedad, ruido y descuido de nuestra capital. Creo que no hemos cambiado demasiado.
ResponderEliminarUn saludo.
SÓLO ESPERO QUE AL FLAMENCO, QUE SE PONÍA MUY ÍDEM, LE HUBIERAN CAÍDO MÁS DE UNA VEZ ENCIMA LOS "ELIXIRES" DE LOS ORINALES QUE TANTO CRÍTICA, LOS CUALES HARÍAN BUENAS MIGAS CON SU LENGUA, PUES DIOS LOS CRÍA Y ELLOS SE JUNTAN.
ResponderEliminarMientras esto ocurre en la Madrid de Felipe II en los confines del mundo un pueblo indigena sin mayor cultura escrita mantenía en sus aldeas un sistema de alcantarillado de agua corriente donde se tiraban las heces y hediondeses.*
ResponderEliminar*"Cautiverio felis del M.o de campo general D.n Franco Nuñes de Pineda, y rason individual de las guerras dilatadas del Reyno de Chille" [sic], es una obra literaria escrita en 1673 por Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, quien narra las experiencias de su cautiverio en el año 1629 en manos de los guerreros mapuches durante la Guerra de Arauco.
Hola Alegra:
ResponderEliminarEnhorabuena por el post. El viajero del mes que nos traes dejó una imagen de nuestra ciudad realmente nefasta, pero creo que, no por ofensivas, sus observaciones dejaban de tener fundamento. Es difícil entender que el Madrid del siglo XVII (y aún del XVIII), capital de todo un imperio, estuviese en esas condiciones.
Abrazos, Jesús