En nuestra segunda sección que iniciamos hoy nos queremos acercar a la literatura de viajes o periegética (1) vinculada a Madrid, para lo cual tomaremos el testimonio tanto de viajeros extranjeros como nacionales. Aunque tradicionalmente se ha tratado de un género menor, deseamos tomarlo como vía de (re)descubrimiento de nuestro propio entorno y de lo que se ha pensado sobre las sociedad madrileña de cada momento, introduciendo miradas que no estén contaminadas por la cotidianidad.
Retrato de Clarín, Juan Martínez Abades (1901), 64 x 53cm. Universidad de Oviedo |
Nos situamos posiblemente a principios de 1886. Pocos meses después de que publicase La Regenta, Clarín regresa a Madrid, ciudad que había dejado en 1882 para hacerse cargo de la Cátedra de Derecho Natural en la Universidad de Oviedo. A su entrada por la Puerta de San Vicente todavía se percibe en el ambiente el reciente fallecimiento de Alfonso XII, en noviembre de 1885, contándonos el autor lo que se le ocurrió al atisbar el perfil del Palacio Real: "se me antojaba leer sobre las más altas cornisas un inmenso letrero que decía: «Viuda é hijos de Alfonso XII»".
Puerta de San Vicente, Anónimo (c. 1880). Museo de Historia de Madrid |
Nuestro autor se había hecho vanas ilusiones de encontrarse un Madrid algo mejor del que dejó, pero no tardó mucho en darse cuenta de que todo seguía igual. Esto no se debía solamente a los obreros y las lavanderas que subían y bajaban la Cuesta de San Vicente en silencio, sino más bien a lo que pudo ver al entrar en la Cervecería Inglesa de la Carrera de San Jerónimo: "alrededor de unas cuantas mesas de mármol los grupos negros de siempre; periodistas, políticos, literatos, bolsistas, vagos y gente indefinible, vestidos todos casi lo mismo, afeitados todos sin salir de tres ó cuatro tipos de corte de la barba, todos con ideas parecidas, con anhelos iguales; lo mismo, lo mismo que años atrás, lo mismo que siempre. Casi todos aquellos señores tan pulcros, tan semejantes, tan fáciles de olvidar, querían ser diputados".
Clarín se sentía oprimido ante aquella muchedumbre de arribistas que se congregaban en las veladas políticas y literarias, que funcionaban como una feria de vanidades y donde el arte de la apariencia era lo que predominaba. Ni siquiera los avances tecnológicos hacen que cambie un ápice su visión de la sociedad madrileña: "Entre tanto, se inventa el vapor, el telégrafo, el teléfono, la luz eléctrica, la sinceridad electoral, mil maravillas; todo progresa menos el hombre, menos el español, menos el madrileño, que ayer se envenenaba noche tras noche con las emanaciones del quinqué apestoso, y ahora palidece y toma aires de cómico bajo la acción del gas, y ya empieza a quedarse ciego gracias a la luz eléctrica... El mundo marcha, es indudable; pero en los cafés hay más ociosos cada día; más ociosos y más candidatos".
Clarín se sentía oprimido ante aquella muchedumbre de arribistas que se congregaban en las veladas políticas y literarias, que funcionaban como una feria de vanidades y donde el arte de la apariencia era lo que predominaba. Ni siquiera los avances tecnológicos hacen que cambie un ápice su visión de la sociedad madrileña: "Entre tanto, se inventa el vapor, el telégrafo, el teléfono, la luz eléctrica, la sinceridad electoral, mil maravillas; todo progresa menos el hombre, menos el español, menos el madrileño, que ayer se envenenaba noche tras noche con las emanaciones del quinqué apestoso, y ahora palidece y toma aires de cómico bajo la acción del gas, y ya empieza a quedarse ciego gracias a la luz eléctrica... El mundo marcha, es indudable; pero en los cafés hay más ociosos cada día; más ociosos y más candidatos".
Folletos Literarios I: Un viaje a Madrid, Leopoldo Alas 'Clarín', Librería de Fernando Fé, Madrid, 1886 |
Todas estas reflexiones podemos encontrarlas en el primer y único folleto literario que Clarín publicó en 1886, donde en ocho opúsculos recoge las impresiones de este viaje a Madrid. Solamente el primero de los opúsculos está centrado en Madrid, dado que los otros siete están dedicados bien a amigos literatos de Clarín a los que no se cansa en ensalzar o a su otra ocupación, la de crítico teatral. No obstante, hablaremos un poco de ello porque en absoluto está exento de interés.
Entre los ensayistas y poetas que Clarín va a destacar se encuentran Marcelino Menéndez Pelayo, Emilio Castelar, Ramón de Campoamor y Gaspar Núñez de Arce. Con todos ellos será muy elogioso, haciendo mayores sus virtudes y minimizando sus defectos, lo cual entra en contraste con la mentalidad española de entonces y de ahora de la crítica fácil y del elogio envenenado.
Al primero de ellos, posiblemente uno de los más destacados polígrafos que hayamos tenido en España, lo señalará casi como uno de los Justos de Sodoma: "No todos se dedican en Madrid a salvar el país sin hacer nada. Si hay tantos ciudadanos que no leen un libro, aquí tenemos un joven que los lee todos" (2). A Menéndez Pelayo lo visitará en la cafetería del hotel donde llevaba residiendo desde 1876 aproximadamente, el Hotel de las Cuatro Naciones, que se encontraba al principio de la Calle del Arenal (3).
No obstante, el personaje quedará mejor definido en la siguiente descripción: "Menéndez va a los manuscritos no a descubrir motivos para la vanidad del bibliógrafo, sino a resucitar hombres y edades; en todo códice hay para él un palimpsesto, cuyos caracteres borrados renueva él con los reactivos de una imaginación poderosa y de un juicio perspicaz y seguro".
Sobre Castelar, Clarín distingue al periodista del ensayista: "Hay dos Castelares: el que ve todo el mundo, uno, y el que ve el observador que tiene ocasión de tratarle, otro. El primero es el más grande, el inmortal; pero éste tiene ciertos defectos que no tiene el segundo. El Castelar de todos es el mágico prodigioso de la palabra, la máquina eléctrica, el que arranca vítores y lágrimas de entusiasmo a sus enemigos religiosos y políticos, y casi casi a los que le envidian; pero ese Castelar se pierde en el espacio, olvida la tierra por el cielo, y cantando a una estrella, tropieza con un adoquín".
Terminamos con los ensayistas y pasamos a los poetas, en concreto los dos poetas que Clarín creía enteramente que eran dignos de mención porque del tercero en discordia, que era Manuel del Palacio, nuestro autor decía que valía por "medio poeta", lo que produjo bastante revuelo en la época.
No deja de ser curioso que un tipo tan mediático como Clarín, que sembró filias y fobias en proporciones semejantes, pudiera ser amigo al mismo tiempo de dos individuos como Campoamor y Núñez de Arce, que tenían un enfrentamiento importante en lo que a la poesía se refiere. Así nos lo tranmite Clarín:
"No hay nada más gracioso que oír disentir a Campoamor y a Núñez de Arce. Este simpático vallisoletano [el segundo] acaso no ha hablado en broma en su vida; el poeta de Vigo no habrá dicho nunca nada con toda formalidad. A Campoamor le importa poco que lo que dice sea verdad o error, con tal que sea hermoso; que demuestre originalidad e ingenio; Núñez de Arce lo toma todo con una seriedad digna del papel sellado; podría firmar siempre lo que dice, y aunque lo oyera el mundo entero no podría decir otra cosa: sacrifica siempre la forma al fondo; le importa poco no ser gracioso, ni aun original, con tal de decir algo bueno o verdadero".
En los últimos dos opúsculos nos encontramos con la actividad de Clarín como crítico teatral, donde se mostrará muy contrariado por la celeridad que le exige el director de la gaceta para que entregue su crítica, trasnochada y casi sin madurar.
También realiza una reflexión con la que podríamos sentirnos muy identificados (en nuestro caso, con el cine español), pues al hablar de los intérpretes salva a unos pocos y condena a la inmensa mayoría, que lograban desprestigiar el trabajo de todo el conjunto.
En cuanto a los dramaturgos, solamente salvará a Echegaray, que es el único que presenta obra nueva con asiduidad, frente a Tamayo y Alarcón que aun siendo notables, no lo hacen frecuentemente.
Retrato de Marcelino Menéndez Pelayo, José Moreno Carbonero (1913), 102 x 81cm. Real Academia de la Historia, Madrid |
Entre los ensayistas y poetas que Clarín va a destacar se encuentran Marcelino Menéndez Pelayo, Emilio Castelar, Ramón de Campoamor y Gaspar Núñez de Arce. Con todos ellos será muy elogioso, haciendo mayores sus virtudes y minimizando sus defectos, lo cual entra en contraste con la mentalidad española de entonces y de ahora de la crítica fácil y del elogio envenenado.
Al primero de ellos, posiblemente uno de los más destacados polígrafos que hayamos tenido en España, lo señalará casi como uno de los Justos de Sodoma: "No todos se dedican en Madrid a salvar el país sin hacer nada. Si hay tantos ciudadanos que no leen un libro, aquí tenemos un joven que los lee todos" (2). A Menéndez Pelayo lo visitará en la cafetería del hotel donde llevaba residiendo desde 1876 aproximadamente, el Hotel de las Cuatro Naciones, que se encontraba al principio de la Calle del Arenal (3).
No obstante, el personaje quedará mejor definido en la siguiente descripción: "Menéndez va a los manuscritos no a descubrir motivos para la vanidad del bibliógrafo, sino a resucitar hombres y edades; en todo códice hay para él un palimpsesto, cuyos caracteres borrados renueva él con los reactivos de una imaginación poderosa y de un juicio perspicaz y seguro".
Retrato de Emilio Castelar, Joaquín Sorolla (1901), 130 x 96cm. Congreso de los Diputados, Madrid |
Sobre Castelar, Clarín distingue al periodista del ensayista: "Hay dos Castelares: el que ve todo el mundo, uno, y el que ve el observador que tiene ocasión de tratarle, otro. El primero es el más grande, el inmortal; pero éste tiene ciertos defectos que no tiene el segundo. El Castelar de todos es el mágico prodigioso de la palabra, la máquina eléctrica, el que arranca vítores y lágrimas de entusiasmo a sus enemigos religiosos y políticos, y casi casi a los que le envidian; pero ese Castelar se pierde en el espacio, olvida la tierra por el cielo, y cantando a una estrella, tropieza con un adoquín".
Terminamos con los ensayistas y pasamos a los poetas, en concreto los dos poetas que Clarín creía enteramente que eran dignos de mención porque del tercero en discordia, que era Manuel del Palacio, nuestro autor decía que valía por "medio poeta", lo que produjo bastante revuelo en la época.
No deja de ser curioso que un tipo tan mediático como Clarín, que sembró filias y fobias en proporciones semejantes, pudiera ser amigo al mismo tiempo de dos individuos como Campoamor y Núñez de Arce, que tenían un enfrentamiento importante en lo que a la poesía se refiere. Así nos lo tranmite Clarín:
"No hay nada más gracioso que oír disentir a Campoamor y a Núñez de Arce. Este simpático vallisoletano [el segundo] acaso no ha hablado en broma en su vida; el poeta de Vigo no habrá dicho nunca nada con toda formalidad. A Campoamor le importa poco que lo que dice sea verdad o error, con tal que sea hermoso; que demuestre originalidad e ingenio; Núñez de Arce lo toma todo con una seriedad digna del papel sellado; podría firmar siempre lo que dice, y aunque lo oyera el mundo entero no podría decir otra cosa: sacrifica siempre la forma al fondo; le importa poco no ser gracioso, ni aun original, con tal de decir algo bueno o verdadero".
Teatro María Guerrero, entonces llamado Teatro de la Princesa |
En los últimos dos opúsculos nos encontramos con la actividad de Clarín como crítico teatral, donde se mostrará muy contrariado por la celeridad que le exige el director de la gaceta para que entregue su crítica, trasnochada y casi sin madurar.
También realiza una reflexión con la que podríamos sentirnos muy identificados (en nuestro caso, con el cine español), pues al hablar de los intérpretes salva a unos pocos y condena a la inmensa mayoría, que lograban desprestigiar el trabajo de todo el conjunto.
En cuanto a los dramaturgos, solamente salvará a Echegaray, que es el único que presenta obra nueva con asiduidad, frente a Tamayo y Alarcón que aun siendo notables, no lo hacen frecuentemente.
Retrato de Isidoro Fernández Florez, conocido como 'Fernanflor' |
Con todo, el episodio más hilarante lo encontramos en su crítica abierta a Fernanflor, el crítico teatral de La Ilustración Ibérica, donde aprovecha una buena crítica de este a El Archimillonario de Novo y Colson, para arremeter contra la mediocridad de la obra y del crítico al mismo tiempo.
Para todo aquel que esté interesado en este folleto literario de Clarín, lo puede encontrar para descargar en el catálogo online de la Biblioteca Nacional de España. Su referencia bibliográfica es la siguiente:
- ALAS 'CLARÍN', L.: Un viaje a Madrid, Librería Fernando Fé, Madrid, 1886.
Notas:
(1) La Periégesis es un género literario griego desarrollado durante el Período Helenístico (s. III-I a.C.) en el que se estudia a través de un trayecto determinado, la historia, costumbres y los individuos más relevantes de los pueblos que comprende dicho itinerario. Etimológicamente, la palabra griega περιήγησις se relaciona con la idea de deambular o moverse en torno a algo.
(2) En el momento del relato de Clarín, Menéndez Pelayo debía tener 29 años, y una apariencia completamente diferente a la del retrato que hemos incluido.
(3) Actualmente en el nº17 de la Calle Arenal encontramos una placa donde se nos indica que allí estuvo el Hotel Internacional, que es el mismo al que nos hemos referido.
(2) En el momento del relato de Clarín, Menéndez Pelayo debía tener 29 años, y una apariencia completamente diferente a la del retrato que hemos incluido.
(3) Actualmente en el nº17 de la Calle Arenal encontramos una placa donde se nos indica que allí estuvo el Hotel Internacional, que es el mismo al que nos hemos referido.
Agudo observador de las costumbres de su tiempo, crítico con las miserias morales de la sociedad ovetense y mordaz ante tanto arribista como había por Madrid, Clarín se detiene sin embargo con admiración cuando entrevé sinceridad o talento.
ResponderEliminarUn saludo.
Enhorabuena por el artículo. Aquella sociedad madrileña del siglo XIX, casi al borde de la gran crisis del 98, debía ser triste y anodina, bloqueada por esa costumbre tan española de negativizarlo todo, sin hacer propuestas.
ResponderEliminarAbrazos, Jesús
Felicidades por este nuevo proyecto y el prometedor blog, los primeros artículos son magníficos. Y gracias por vuestras visitas!
ResponderEliminarSaludos cordiales y ¡mucha suerte!
Mercedes
Cayetano:
ResponderEliminarLeyendo estos pequeños opúsculos es donde verdaderamente se conoce al hombre que fue Clarín. Da la sensación de que fue un tipo verdaderamente implacable con quien le entrara atravesado, no así con los hombres (porque eran todos hombres) que le parecían dignos de su confianza, intelectualmente hablando claro.
La sátira que hace con el pobre Fernanflor es digna de Carlos Boyero, una "boutade" en toda regla.
Muchas gracias por tu comentario. Que tengas una buena noche.
Jesús:
ResponderEliminarGracias a los ojos escrutadores de Clarín, que se fijaba hasta en la indumentaria de los conductores de diligencias, llamados por entonces faetones; podemos adentrarnos en esta atmósfera tan cargada de finales del siglo XIX.
Personalmente, el episodio de los obreros y las lavanderas me ha recordado a lo que podemos ver cualquier día en el metro o en cualquier medio de transporte público, un puro ensimismamiento en la gente. Prefiero no sacar muchas conclusiones al respecto.
Muchas gracias por tus palabras, ha sido un placer hacer esta entrada. Un saludo.
Mercedes:
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, de verdad. Nos enorgullece mucho que estas palabras provengan de una persona que ha hecho tanto por la difusión de nuestra ciudad en la red.
La idea que tenemos los dos es de escribir menos, pero con más calidad, para que vosotros y la gente que nos lea, lo disfruten de veras. No obstante, también nos vamos a mover mucho por Facebook y Twitter, así que si te apetece, tienes todas las puertas abiertas.
Que pases una buena noche. Un saludo.